martes, 17 de enero de 2012

Los Abuelos También Portean

Como he contado en anteriores entradas, no tenía información sobre el porteo aunque había leído referencias sobre el tema. Lo que me ayudó fue conocer a otras madres y compartir sus experiencias.

La idea era nueva en mi familia ya que lo normal es usar un carro, como todo el mundo. La verdad es que aún es raro ver madres porteando, esperemos que un día deje de ser así, una anécdota graciosa que me pasó hace poco en el supermercado fue que tres niños se pusieron a corretear por mi lado riéndose y señalándome, seguí comprando y no dije nada hasta que la mayor se acercó y me pregunto: "¿cómo se llama?", "Manuel", le dije y después me preguntó: "¿por qué lo llevas en la espalda?" y le respondí: "para que estemos juntitos".

No es lo mismo portear un niño de tres o seis meses que portear uno de un año, impresiona más y sobretodo la gente piensa: "Ey, ese niño tiene que pesar" y , pesa. Las benditas mochilas, reparten el peso de fábula y de alguna manera si porteas siempre, tu cuerpo, se hace. Mi padre se preocupaba bastante por el tema de que me hiciese daño y fue el primero en decidirse a portear, para ayudarme con la "carga".

Normalmente porteo siempre yo o papá pero la verdad es que cuando los abuelos entran en escena enseguida quieren cogerlo asi que eso me da un respiro de vez en cuando y él entiende que hay más personas en las que puede confiar, a parte de papá y mamá, y con los abuelos que han sido los que más lo han porteado, tiene más complicidad.

Mi suegro, no ha porteado con mochila, ni con ningún otro portabebé, hasta hace poco (porque ya Manuel camina mucho) lo cogía siempre en brazos y lo llevaba largos paseos. Es otra forma de portear aunque no la recomiendo para periodos largos.

Mi madre no coge tanto a Manuel como quisiera porque pesa ya lo suyo y no puede hacer esfuerzos, pero se quitó la espinita un día paseando en el parque ¡y Manuel estaba encantado!


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miércoles, 4 de enero de 2012

Mi parto


Hola a todos,

En estas fecha ando tan ajetreada con tantos compromisos que casi no tengo tiempo para sentarme a pensar.

Así que voy a subir el relato de mi parto y compartirlo con todos vosotros, comienza con una conversación en el gtalk:


18/10/2010

19:34

[…]

ALBERTO: eres una crack, y te amo lo sabes?, TE AMO.

Yo: si si, tranquilo.

19:35

ALBERTO: estoy nervioso.

Yo: relájate que se supone que los pilares no se mueven, son rígidos.

ALBERTO: yo no me muevo pero me pongo nervioso e ilusionado, estoy alegre y nervioso, estoy no se.

Yo: ESPERAAAAAAAAAA que a lo mejor no es nada solo paranoia mía.

ALBERTO: da igual nena, da igual repito.

19:36

Yo: yo también te quiero mi vida, voy a apagar el ordenador que mi madre tiene que estar al llegar, voy a dejarle la comida a Mixo.

ALBERTO: ok.

Yo: un beso.

ALBERTO: un beso cielo.


24/01/2011


Tres meses y seis días después aquí estoy con mi hijo en mis brazos mientras me mira con esos ojos que enamoran.

Recuerdo cuando llamé a mi hermana preocupada porque la regla no me bajaba. Entonces decidí hacerme un test que despejó toda duda de mi mente: estaba embarazada. En aquel instante las lágrimas empezaron brotar de mis ojos como hojas en primavera pero caían inertes como las de otoño. Todo había acabado y parecía que no había mañana. Sólo pasaban por mi cabeza los problemas, las responsabilidades, las dificultades, la vergüenza, la soledad, la incomprensión; el caos.

A pesar de todo, tomé la decisión de continuar con el apoyo de mi compañero aunque no estábamos seguros de que significaba, no podíamos destruir lo que había empezado a engendrarse.

¿Cómo explicar estos momentos? Fueron un funeral dónde yacía mi juventud, mis sueños, mi libertad...

Al principio parecía que cualquier día me iba a levantar de ese mal sueño y que todo volvería a la normalidad en la que vivíamos, hasta que un día mi barriga empezó a crecer y se convirtió en un hecho. De repente, todos mis miedos empezaron a desaparecer y sólo me preocupaba él, nosotros. Ya no me importaba que supieran que estaba embarazada, ya no me daba vergüenza, estaba guapa, me sentía atractiva, eufórica. Estaba llena de vida.

Los días pasaban y todo a mi al rededor cambiaba, y yo me metamorfoseaba en la nueva Alicia que ahora tenía miedo de despertar de ese sueño.

Todo pasó muy rápido y sin querer ya tenía una hermosa barriga que por qué no decirlo disfrutaba en las duchas y baños, en bonitos vestidos, en la desnudez entre las sábanas... Era feliz. Ya no estaba sola. Él se convirtió en nuestro príncipe azul que nos rescató de una vida sin sentido.

Ahora quería saber más, conocer más, quería lo mejor para él, para nosotros. Leí, pregunté y encontré las respuestas que necesitaba para criar a mi hijo con amor y respeto.

El momento se iba acercando y empecé a pensar cómo quería parir, para mi sorpresa no podía elegir y nadie confiaba en mí ni en mi cuerpo para que diésemos la vida que hasta entonces habíamos creado.

La verdad es que no me preparé especialmente, sólo pensaba que todos habíamos venido de nuestras madres, que durante siglos habíamos parido sin ayuda médica y que finalmente la naturaleza era sabia y que debía confiar en su poder. Preparé mi mente y mi espíritu, al fin y al cabo mi cuerpo había nacido para ello sólo tenía que dejarme llevar de su mano para encontrar el camino para un parto feliz.

Un día, me desperté con contracciones y recuerdo que pensaba “aún no, aún no” pero no importaba lo que yo deseara, mi hijo, mi cuerpo decidían por mí y aunque creyera que no estaba preparada, que no era el momento, fue el mejor día de mi vida en el que Manuel vino al mundo.

Llegué al hospital sobre las ocho de la tarde, no tenía contracciones dolorosas y recuerdo que mis padres miraban incrédulos a su hija respirando serena mientras tenía aún dolores muy leves. En la sala de espera del hospital estaba con mi madre, mi padre y mi compañero. Ellos no creían que estuviera de parto porque era tranquila y paciente, el miedo no me abordaba... Por fín entré en monitores a las nueve y cuando me levanté de la sala de espera escuche en mi interior un “crac” y empezaron a venir los dolores fuertes. Estuve sola en la sala de monitores durante media hora más o menos dilatando con contracciones muy seguidas, rompí aguas y saqué el tapón mucoso. Como veía que nadie me echaba cuenta, me levanté (no necesitaba que un monitor me dijera que estaba de parto) y empecé a buscar posturas en las que sentirme cómoda para dilatar tranquilamente. El matrón me dijo que me fuera de nuevo a la sala de espera, allí con todo el mundo, me desbordó el dolor y empecé a gritar y a buscar una postura, no lo podía creer todo ese dolor que se adueñaba de mí tan seguido.

Pensé que no podía seguir así mucho más tiempo... Menos mal que por fin me atendió el médico de urgencias y me hizo subir a un potro, para su sorpresa y para la de mi madre estaba dilatada de 9 cm y estaba de parto. Eran las diez de la noche y estaba entrando en paritorio entre gritos, recuerdo que decía “está empujando, está empujando”. Mi compañero a mi lado me daba ánimos y me agarré a él. Me hicieron subir a un potro y entonces me dijeron la postura que debía tomar y pregunté “¿puedo empezar a empujar?” y tras la respuesta afirmativa dejé de gritar y me concentré. De repente el dolor había desaparecido, estaba sintiendo como mi hijo descendía por el canal de parto. Seguí empujando y el matrón me dijo “No vamos a hacer episiotomía pero debes hacer lo que te digo” y me iba guiando hasta que por fin noté su cabeza.

Totalmente despierta y consciente, recuerdo sentir su cabeza saliendo y a mi compañero mirándo absorto (él que decía que no sabía si se iba a desmayar) y diciendo: “¡Se le ve la cabeza!” y yo decía: “¡la siento!”, los dos sabíamos que quedaba poco para que estuviera con nosotros, después de casi nueve meses juntos, de risas, lloros, compartiendo sueños, cuerpo... Sin mediar palabra el silencio del último esfuerzo nos dio la mayor recompensa de nuestras vidas y la tenía en mis brazos. Eran las diez y media...

Mis torpes palabras nunca llegarán a describir ese momento mágico.

Es pura Belleza.

Dar la vida, el don que nos ha dado dios a las mujeres.

Ese día no sólo nació mi hijo sino también su madre y su padre. Nació una nueva familia.

Agradecer a mi fiel compañero su paciencia, su amor y su apoyo.