18 meses de lactancia
18 + 9 sin separarme de tí
Cómo ser capaz de expresar la revolución que siento en mi interior y que vibra sin descanso para irradiar el amor que siento por tí.
La lactancia salvaje por Laura Gutman
La
mayoría de las madres que consultamos por dificultades en la lactancia
estamos preocupadas por saber cómo hacer las cosas correctamente, en
lugar de buscar el silencio interior, las raíces profundas, los
vestigios de femineidad y apoyo efectivo por parte de los individuos o
las comunidades que favorezcan el encuentro con su esencia personal.
La
lactancia es manifestación pura de nuestros aspectos más terrenales y
salvajes que responden a la memoria filogenética de nuestra especie.
Para dar de mamar sólo necesitamos pasar casi todo el tiempo desnudas,
sin largar a nuestra cría, inmersas en un tiempo fuera del tiempo, sin
intelecto ni elaboración de pensamientos, sin necesidad de defenderse
de nada ni de nadie, sino solamente sumergidas en un espacio imaginario
e invisible para los demás.
Eso
es dar de mamar. Es dejar aflorar nuestros rincones ancestralemente
olvidados o negados, nuestros instintos animales que surgen sin
imaginar que anidaban en nuestro interior. Es dejarse llevar por la
sorpresa de vernos lamer a nuestros bebés, de oler la frescura de su
sangre, de chorrear entre un cuerpo y otro, de convertirse en cuerpo y
fluidos danzantes.
Dar
de mamar es despojarse de las mentiras que nos hemos contado toda la
vida sobre quienes somos o quienes deberíamos ser. Es estar
desprolijas, poderosas, hambrientas, como lobas, como leonas, como
tigresas, como canguras, como gatas. Muy relacionadas con las mamíferas
de otras especies en su total apego hacia la cría, descuidando al
resto de la comunidad, pero milimétricamente atentas a las necesidades
del recién nacido.
Deleitadas
con el milagro, tratando de reconocer que fuimos nosotras las que lo
hicimos posible, y reencontrándonos con lo que haya de sublime. Es una
experiencia mística si nos permitimos que así sea.
Esto
es todo lo que necesitamos para poder dar de mamar a un hijo. Ni
métodos, ni horarios, ni consejos, ni relojes, ni cursos. Pero sí
apoyo, contención y confianza de otros (marido, red de
mujeres, sociedad, ámbito social) para ser sí misma más que nunca. Sólo
permiso para ser lo que queremos, hacer lo que queremos, y dejarse
llevar por la locura de lo salvaje.
Esto
es posible si se comprende que la psicología femenina incluye este
profundo arraigo a la madre-tierra, que el ser una con la naturaleza es
intrínseco al ser esencial de la mujer, y que si este aspecto no se
pone de manifiesto, la lactancia simplemente no fluye. No somos tan
diferentes a los ríos, a los volcanes, a los bosques. Sólo es necesario
preservarlos de los ataques.
Las
mujeres que deseamos amamantar tenemos el desafío de no alejarnos
desmedidamente de nuestros instintos salvajes. Lamentablemente solemos
razonar y leer libros de puericultura, y de esta manera perdemos el eje
entre tantos consejos supuestamente “profesionales”.
La
insistencia social y en algunos casos las sugerencias médicas y
psicológicas que insisten en que las madres nos separemos de los bebés,
desactiva la animalidad de la lactancia. Posiblemente la situación
que más depreda y devasta la confianza que las madres tenemos en
nuestros propios recursos internos, es esta creencia de que los bebés
se van a malacostrumbrar si pasan demasiado tiempo en nuestros brazos.
La separación física a la que nos sometemos como díada entorpece la
fluidez de la lactancia. Los bebés occidentales duermen en los moisés o
en los cochecitos o en sus cunas demasiadas horas. Esta conducta
sencillamente atenta contra la lactancia. Porque dar de mamar es una
actividad corporal y energética constante. Es como un río que no puede
parar de fluir: si lo bloqueamos, desvía su caudal.
Contrariamente
a lo que se supone, los bebés deberían ser cargados por sus madres
todo el tiempo, incluso y sobre todo cuando duermen. Porque se alimentan
también de calor, brazos, ternura, contacto corporal, olor, ritmo
cardíaco, transpiración y perfume. La leche fluye si el
cuerpo está permanentemente disponible. La lactancia no es un tema
aparte. O estamos madre y bebé compenetrados, fusionados y
entremezclados, o no lo estamos. Por eso, dar
de mamar equivale a tener al bebé a upa, todo el tiempo que sea
posible. No hay motivos para separar al bebé de nuestro cuerpo, salvo
para cumplir con poquísimas necesidades personales. La lactancia es
cuerpo, es silencio, es conexión con el submundo invisible, es fusión
emocional, es entrega.
Dar
de mamar es posible si dejamos de atender las reglas, los horarios,
las indicaciones lógicas y si estamos dispuestas a sumergirnos en este
tiempo sin tiempo ni formas ni bordes. También si nos
despojamos de tantas sillitas, cochecitos y mueblería infantil, ya que
un pañuelo atado a nuestro cuerpo es suficiente para ayudar a los
brazos y las espaldas cansadas. Incluso si trabajamos, incluso si hay
horas durante el día en que no tenemos la opción de permanecer con
nuestros bebés, tenemos la posibilidad de cargarlos en brazos todo el
tiempo que estemos en contacto con ellos.
Es
verdad que hay que volverse un poco loca para maternar. Esa locura nos
habilita para entrar en contacto con los aspectos más genuinos,
inabordables, despojados, salvajes, impresentables, sangrantes de
nuestro ser femenino. Así las cosas, que nos acompañe quien quiera y
quien sea capaz de no asustarse de la potencia animal que ruge desde
nuestras entrañas.
Laura Gutman
HA ELEGIDO CAMINAR
HACIA LO SALVAJE"
Amaral